Ya no me dedica ni una sonrisa, evita mirarme a toda costa,
parece distante; ya no es la mujer con la que me había enamorado. Es como si el
amor entre ella y yo hubiera muerto hace tiempo, echo de menos sus caricias,
sus besos, su mirada delicada e inocente.
Me da la impresión
de que hay otro hombre en su vida, alguien que disfruta de algo a lo que ya no
puedo alcanzar. Eso me irrita y me enfurece, ya no me siento yo, ella está ahí
riéndose de mí, ocultándome cosas, mintiéndome.
Me acerco a ella y
comienza a temblar, se acurruca en una esquina de la cama, me mira con miedo y
odio.
-Raquel, te quiero.
Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Haz lo que te diga, cree lo que te
diga. Recuerda que te quiero.
Le cojo del brazo, paso mi mano por su pecho y acaricio con
delicadeza la cicatriz que está a la altura de su hombro, cuando la acuchillé
la primera vez.
-No me gusta ver
eso, no me obligues a hacértelo más.
La dejo caer en la
cama, comienza a llorar. Ella sabe que nunca la dejaré ir, al menos, con vida.
Texto: Philipp da la Croix.
Nota: Tanto el autor como yo, queremos dejar constancia de nuestra repulsa a cualquier tipo de violencia.
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