Aún recuerdo la primera vez que te vi, me enamoré al
instante. Entre gritos y confusión, tú entraste ajena a todo. A cámara lenta te
ibas acercando y una bella melodía sonaba dentro de mi cabeza haciendo eco en
mi corazón. Finalmente te sentaste dos mesas más de donde yo me encontraba,
podía verte perfectamente.
Yo era tímido, no me
atrevía ni a saludarte. Tú me mirabas sin prejuicios, me sonreías sin importar
lo que dijeran los demás. Y aún así, nunca me atreví a decirte nada.
¿Qué podía hacer?
¿Plantarme delante tuya y decirte: “Me gustas”? En ocasiones pienso que sí debí
haberlo hecho. Hoy me arrepiento de muchas cosas que no hice, por timidez, por
miedo al qué dirán…pero sobretodo al miedo de qué hubieras dicho tú.
A día de hoy, pese a
mis arrepentimientos, me alegra no haber confesado mi amor hacia a ti. Hoy
vives feliz con un hombre que te quiere y que puede hacerte feliz, junto con la
niña que tienes entre tus brazos. Si yo me hubiera confesado ¿serías realmente
hoy feliz? ¿Hubiera sido capaz de traerte la felicidad? Eso ya son cosas que
nunca sabremos.
Autor: Felipe de la Cruz.
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