Cita con los maestros

Historias de Amor

Quiero que puedas compartir
tu Historia de Amor, real o la que sueñas,

Sería bonito, tener tu historia,
y darla a conocer al mundo.

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y me encargaré de publicarlos, aquí,
en esta seccion.

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Alicia Valverde

viernes, 29 de noviembre de 2013

MAMA


"Por que la historia de amor entre una madre y sus hijos es la mas bella y grande historia de amor, Gracias Izaskun, por tu capacidad de amar, por tu fuerza y valentía, por el coraje de una buena Madre". El protagonista de esta historia es un Angel en la tierra. Tu hijo. Mi reconociemiento y  admiración por todas las madres que tienen hijos con alguna discapacidad. Alicia.




Hace 16 años que fui MAMA el día mas feliz de mi vida ,ese día yo soñé y soñé pero en sueños se quedo , todavía sigo soñando porque no!! ,son sueños que te hacen mas fácil todo aunque sepas que nunca se harán realidad.
Yo soñaba con verlo crecer poco a poco ir viendo como pasaba del chupete al chupa-chus.De verlo correr detrás de un balón con sus compis de clase y haber ido a esos partidos donde los papas sufrimos mas que los chavales.Renegarle cuando llegaría a casa lleno de barro hasta las orejas y con agujero en los pantalones.Estar pendiente de las mates niñooooo que tienes examen cuando piensas estudiarrrr,sus primeras salidas de noche y estar en la cocina mordientote las uñas porque mamaaa es que se me paso la hora y como ninguno se ibaaa o incluso llevarse algún capón porque el botellón no se hace .Apoyarlo y aconsejarlo en esos primeros amoríos que tan de cabeza nos llevan a veces,espiar para ver si ves a la rubita que te dijo el vecino que le habían visto de la mano.Pensar en un futuro que a el le guste que el decida pero todo eso... SUEÑOS SON!!!
El es mi vida y yo la suya,Yo soy su aire y El es el mio.Yo pienso por El ,Yo decido por EL y Yo vivo por El.
Pensar en su futuro me aterra porque un día su mama no estará pero mientras llegue seguiremos soñando,riendo y viviendo .


izaskun

izaskun

@izan56 

la vida no consite en no caer nunca sino en saber levantarnos cuando caemos

jueves, 28 de noviembre de 2013

Valió la pena.




Durante 24 horas no tuvo noticias suyas. No se trataba de una ausencia anunciada. Al principio no se dio cuenta de que él no había acudido a su cita matinal porque estaba muy ocupada.

Pero durante un segundo a pesar de estar rodeada por sonidos cotidianos y conocidos, sonidos que formaban parte de la banda sonora de su vida, sintió el silencio en su interior.

Faltaba algo en su pequeño universo. Faltaba un elemento importante. Faltaba alguien. Faltaba él. La impresión que le produjo aquel pensamiento, aquella idea, de no estar sentada en su sillón de trabajo, la hubiese hecho caer.

De pronto en la pantalla de su ordenador apareció un símbolo familiar que le anunciaba que había recibido un email.

Sin perder un segundo lo abrió y lo leyó con avidez, con fruición, con alegría.

Él le contaba que no podría pasar por allí hasta el día siguiente. Le había surgido un imprevisto y debía atender el asunto sin tardanza. Y tras la firma al final del texto la ilustración de una rosa y una carita sonriente.

Deslizó el cursor del ordenador hacia la opción “responder”. Allí estaba la página virtual en blanco, para expresar frases y sentimientos nada virtuales. Al contrario. Sentimientos muy reales.

Intentó encontrar el punto exacto en el tiempo en que él empezó a formar parte de aquella forma de su vida.

No recordaba cual fue la primera broma, la primera sonrisa en silencio en medio de un caudal continuo de sonidos. No recordaba la primera vez que él la llamó de una forma íntima, personal, cariñosa.

No lo recordaba, pero se dio cuenta de que tampoco le importaba demasiado porque comprendió que lo que nunca olvidaría era ese instante ese preciso día en el que comprendió lo mucho que él le importaba.

La pantalla del ordenador continuaba mostrando la página en blanco, congelada en el tiempo esperando que escribiese la respuesta.

Respiró profundamente, se concentró y de pronto le vio. Vio su cara, su sonrisa. El gesto de concentración cuando algo le preocupaba. El brillo en los ojos que anticipaba una broma, un comentario divertido. La forma en la que la escuchaba cuando ella necesitaba pensar en voz alta y ordenar sus ideas.

Se concentró un poco más y le llegó el aroma de su colonia. Seco y un poquito picante.

Y por fin el conjunto tuvo sentido. Le quería. Era así de simple y así de complejo. Le quería. Como no imaginó que fuese posible querer. Formaba parte de su vida, de ella, de sus pensamientos, de sus sueños, de sus ilusiones. Había sucedido sin pensar, sin saber. Fue como el caudal que se abre paso gota a gota hasta que vence la resistencia de la arcilla y la empapa dejándola lista para ser moldeada.

Moldeada…un calor intenso la envolvió…imaginaba aquellas manos fuertes acariciándola…

Abrió los ojos. No podía, no quería ir más allá porque no estaba segura de lo que él sentía por ella. Nunca había sabido leer las señales. Nunca supo seducir. Así que tenía tanto miedo a equivocarse. Tenía tanto miedo al rechazo. Temía perderle. Porque aunque él no la quisiera como ella le quería se conformaba con ser su amiga. Era patético y lo sabía. Pero estaba cansada de llevarse golpes. Así que optó por lo más sencillo. Fantasear, protegerse, no ir más allá.

A pesar de todo, a pesar del miedo, esta vez era distinto. Estaba dispuesta a ir más allá. Quería ir más allá. Deseaba ir más allá.

Aunque acabase herida, aunque esta vez tardase otra eternidad en recuperarse, daría el salto.

Respiró hondo, sintió el vértigo. La boca seca, el corazón desbocado. Pero lo hizo.

Escribió la respuesta y antes de firmar, antes de despedirse, añadió “te quiero” y la envió.

Durante unos segundos que le parecieron el preludio de la Eternidad no pudo apartar la vista de la pantalla. Pero no sucedió nada.

Suspiró de nuevo y cerró los ojos. Se sentía igual que tras participar en una larga carrera de obstáculos. Sin fuerza, vencida.

En ese momento vio en la pantalla que tenía un nuevo correo. No pensó que sería la respuesta que esperaba. Pero lo era. “Yo también te quiero. Gracias por dar este paso. Eres muy valiente. Te confieso que no sabía cómo hacerlo. Esta noche te llamaré y hablaremos. Tenemos mucho de qué hablar. Hasta luego.”

Estaba hecho. Había dado el paso. No tenía idea sobre lo que le esperaba en las próximas horas o días. Pero valía la pena intentarlo.

Blanca R. Fernández

Blanca R. Fernández

BlancaRFernndez

(8-8-65BCN)guionista,locutora,actriz d voz,profesora,La Pequeña Balboa(radiomania.es viernes&http ://elpratradio.cat domingos)
Barcelona · truckpy.blogspot.com


miércoles, 27 de noviembre de 2013

La boda soñada






En la boda de la abuela, hubo fiesta y algarabía,
 porque  de no poder casarse por la falta de dinero, al final y sin esfuerzo, tuvo la  boda que ella quería.

Ella que era novia, deseaba una boda como Dios manda, pero en su época las cosas escaseaban, además había un problema, festeaba con un primo segundo y hasta al Papa dispensa había que pedir y además costaba  trece duros.

Y quiso la ventura, el destino o las hadas que su boda fuera como ella soñaba, porque la fortuna llamo a la puerta de su padre.  El hombre que también andaba preocupado por las circunstancias ,sin poder se gasto  una peseta en lotería y en el numero de la suerte dos mil pesetas se llevaron.

Y le dijo el padre a la hija que arreglara los papeles, que la boda estaba dispuesta y ella se compro un traje negro, como mandaba la época, unas medias con espigas y unos zapatos de charol abotonado,

Y llego su gran día , y del brazo del novio iba, le regalaron, tres tortas y por el camino  las repartía como buenamente podía.

Al salir de la iglesia, otra sorpresa la sorprendía, cayo  una nevada que palmo y medio media, pero ella estaba contenta que ya no era novia , que ya era esposa por el resto de sus días.

Y como el destino lo quiso en la boda de la abuela hubo arroz, anises y dulces,, y hubo fiesta como ella merecía...
Y hubo amor entre los dos porque como decía la abuela no hay cosa mejor en el mundo que estar enamorada.

                             Gracias yaya Irene, por todo lo que de ti aprendí… estas siempre en mi corazón.



 Autora: Alicia Valverde Romero